Arquitectura y planificación de zonas urbanas y rurales.
EL TIEMPO APREMIA
Las alarmas suenan por todos lados. Los informes del Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (GIEC) confirman la responsabilidad humana en el desequilibrio global. Más de 15 000 científicos lo afirman: » Pronto será demasiado tarde para rectificar nuestra trayectoria condenada al fracaso, y el tiempo apremia». LA ONU lamenta que las emisiones de gas de efecto invernadero se estancan en 52 Gt anuales mientras que habría que limitarlas a 36, incluso 24, para quedar por debajo de los 2 °C que permitirían pensar en un futuro apaciguado. La COP 23 manifiesta su impotencia: los compromisos contraídos durante la COP 21 en 2016 conducen a una subida de más de 3 a 3,5 °C. Pero, seamos optimistas, todavía estamos a tiempo.
LAS AMENAZAS SE ACUMULAN
Más allá de los cambios climáticos debidos a las emisiones de gases de efecto invernadero, las amenazas se acumulan: disminución acelerada de la biodiversidad; rarefacción de los recursos no renovables; contaminación creciente del aire, las tierras y los mares; aumento de las desigualdades en el reparto de las riquezas y frente a los impactos del desequilibrio global… El control de la energía exclusivamente no será suficiente.
PALABRAS Y ACTOS
¿Están las decisiones políticas nacionales a la altura de los desafíos? Los gobiernos sucesivos anuncian iniciativas que acaban finalmente por postergar. Así, el objetivo del 50 % de nuclear en el mix eléctrico es remitido a las calendas griegas, retrasando en muchos años el desarrollo de las energías renovables. Desde la crisis financiera de 2008, la visión medioambiental no constituye ya el objetivo esencial que fue a principios de nuestro siglo. La revisión a la baja de los compromisos, el anuncio de medidas con presupuestos notoriamente insuficientes como por ejemplo las destinadas a la renovación energética y la brusca reducción de la financiación de la vivienda social son prueba de ello y son inquietantes.
UN MODO DE DESARROLLO OBSOLETO
¿Por qué negarse a ver el futuro? ¿Estamos atrapados para siempre en un modo de desarrollo ciego? ¿Cómo se puede favorecer una producción creciente de bienes sin tener en cuenta el agotamiento de los recursos y los desequilibrios planetarios? ¿Cómo se puede favorecer la prosperidad de las finanzas sin ver crecer las desigualdades a la par que nuestra deuda hacia la naturaleza? ¿Cómo se puede privilegiar la competencia egoísta sin ver que las solidaridades se agotan y la generosidad se asfixia? Este modo de desarrollo, que es de otra era, paraliza la transición ecológica y social.
LA BUENA NOTICIA
Pero el mundo cambia y en todo el planeta germinan semillas de posibilidades. Una agricultura respetuosa de los humanos y de la naturaleza sale de la marginalidad y se desarrollan los circuitos cortos. Una economía cooperativa, social y solidaria se implanta por fuera de los sectores mercantiles y de los autoproclamados colaborativos. En las conciencias, el uso compartido desplaza a la posesión, la mutualización a la privatización, la sobriedad al despilfarro. Nace un mundo nuevo.
EL GRAN PESO DE LOS CONSTRUCTORES
Los profesionales de la construcción y de la ordenación del territorio no pueden sustraerse a su responsabilidad. Sus campos de acción emiten por lo menos el 40 % de los gases de efecto invernadero para los edificios y mucho más con los desplazamientos inducidos por las decisiones urbanas, como por ejemplo la preferencia por la obra nueva antes que, por la rehabilitación, una elección que suprime, cada 10 años, el equivalente de la superficie de un departamento francés en tierras agrícolas. El compromiso colectivo e individual se impone.
FRUGALIDAD EN ENERGÍA
El mundo de la construcción también cambia. A escala del territorio, proyectos de producción de energía renovable, local y participativa se desarrollan. A escala de la construcción, construimos edificios sanos y agradables de vivir sin ventilación mecánica ni climatización, incluso sin calefacción. Gracias a la ventilación natural, al enfriamiento pasivo, a la recuperación de las aportaciones gratuitas de calor y a la inercia térmica, la concepción bioclimática permite reducir al mínimo estricto los consumos de energía, asegurando una comodidad más y más grande. Sabemos hacerlo y no cuesta más caro. ¿Por qué no generalizar estas prácticas?
FRUGALIDAD EN LOS MATERIALES
Sabemos evitar el uso de materiales despilfarradores de recursos. La construcción en madera, durante mucho tiempo limitada a las casas individuales, se utiliza ahora para equipamientos públicos de envergadura y en viviendas colectivas de más de 20 pisos. Los aislantes basados en materiales naturales, marginales hace poco, representan cerca del 10 % del mercado y avanzan el 10 % cada año. La tierra cruda, material de nuestro patrimonio vernáculo, sale del purgatorio en el cual el siglo XX la había sumergido. Todos estos avances consolidan el desarrollo de sectores y de saberes locales a escala de los territorios.
FRUGALIDAD EN LAS TÉCNICAS
La frugalidad en energía, materias primas y mantenimiento induce enfoques low tech. Eso no significa ausencia de tecnología, sino el recurso prioritario a técnicas pertinentes, adaptadas, no contaminantes ni despilfarradoras, como por ejemplo utensilios y aparatos fáciles de reparar, de reciclar y de reemplear. Tanto en la ejecución como en la concepción, la frugalidad exige innovación, invención e inteligencia colectiva. La frugalidad rechaza la hegemonía de la visión tecnicista de los edificios y su construcción y mantiene la implicación de los ocupantes. No es el edificio el que es inteligente, son sus habitantes.
FRUGALIDAD PARA EL TERRITORIO
Ya esté implantado en ambiente urbano o rural, el edificio frugal se preocupa de su contexto. Reconoce las culturas, los lugares y toma de ellos su inspiración. Emplea con cuidado el suelo edificable y los recursos locales; respeta el aire, los suelos, las aguas, la biodiversidad, etc. Es generoso hacia su territorio y atento a sus habitantes. Por su programa y sus opciones constructivas, favorece todo lo que aligera su huella ecológica y todo lo que lo hace equitativo y agradable para vivir.
PARA UNA EDIFICACIÓN FRUGAL
La transición ecológica y la lucha contra el cambio climático concurren a un uso prudente de los recursos no renovables y a la preservación de las diversidades biológicas y culturales para un planeta más habitable. El mantenimiento de soluciones arquitectónicas, urbanas y técnicas del pasado, así como de ciertos modos actuales de vivir, de trabajar, de alimentarse y de desplazarse, son incompatibles con la tarea que incumbe a nuestras generaciones: contener y erradicar los desarreglos globales.
La edificación frugal y el territorio frugal – tanto urbano como rural – son las respuestas que hemos escogido. Las compartimos en nuestras enseñanzas, nuestras intervenciones y nuestras publicaciones. Las ponemos en ejecución en nuestras realizaciones para acompañar la instauración de una sociedad feliz y eco-responsable
8 de enero de 2018
Alain Bornarel (Ingeniero)
Dominique Gauzin-Müller (Arquitecto)
Philippe Madec (Arquitecta y urbanista)